Preguntas y respuestas esenciales sobre la encíclica "Spes salvi"

El autor -capellán y profesor de la Universidad de Montevideo- analiza brevemente la reciente encíclica de Benedicto XVI.

Ayer leí de un tirón la segunda encíclica de Benedicto XVI, "Spe salvi", sobre la esperanza cristiana.: "`En esperanza fuimos salvados`, dice San Pablo a los Romanos y también a nosotros", comienza el Papa su carta. 

La lectura fue un verdadero deleite, un disfrute que reclama una segunda, una tercera y varias sesiones más: con atención, volviendo a meditar cada frase, con ánimo de estudio. 

Sus 77 páginas (28 en formato pdf) proceden de quien ha sido calificado como "el mejor intelectual del actual momento histórico" (A. Llano) y sólo así, en actitud de meditación, puede ser abordada su carta. 

En la mitad de su escrito el Papa, usando una didáctica transparente, hace este resumen: "A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra (...) Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero `reino de Dios`". 

La encíclica recorre la historia del pensamiento que ha pretendido en vano colmar la esperanza del hombre ignorando a Dios. Benedicto XVI ha estudiado a Bacon, a Engels, a Marx, a Lenin. Dialoga con Kant, con Adorno, con Horchkheimer... Los critica con autoridad porque los conoce a fondo. Y utiliza la interrogación retórica para dar respuestas cabales a cuestiones graves: 

"¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿cómo se ha llegado a interpretar la 'salvación del alma' como huída de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?". Hace también esta pregunta clave: "La vida eterna, ¿qué es?". Responde interrogándose a fondo: "¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre -sin fin- parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas, aburrido y al final insoportable". 

¿Qué pasa después de la muerte, qué nos espera? O, mejor dicho, ¿alguien nos espera? ¿hay un juicio, un premio y un castigo? ¿existe el purgatorio? ¿hay relación entre mis actos del más acá y mi destino en el más allá? 

A estas preguntas esenciales que no suelen hacerse, o que muchos contestan con un "para mí que" arrogante en su apariencia modesta, "Spe salvi" responde serena y hondamente, desde la fe que es en sí misma esperanza y usando la razón: un logro excepcional.

Pbro. Dr. Jaime Fuentes // El País, domingo 2-12-2007, Montevideo, Uruguay