Basta empezar (8): Acompañar hasta el final

Lida y María Elena hablan de la importancia que tienen nuestra oración y compañía para los enfermos, especialmente cuando están próximos a fallecer. D. César, Roseli y Roger explican que sepultar a un difunto y rezar por él son manifestaciones de fe en que la muerte es el momento del encuentro con Cristo y en que al final de los tiempos los cuerpos se reunirán con las almas. Hacen ver que un sepelio es demostración de aprecio hacia lo que ha sido morada del Espíritu Santo y fuente de esperanza y consuelo.

Los siguientes apartados pueden ayudarte a utilizar este video personalmente, en clases de formación cristiana, en reuniones con tus amigos, en tu escuela o en tu parroquia.

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Preguntas para el diálogo

— ¿Cuáles piensas que son las razones por las que Lida y María Elena acompañan a personas que están cercanas a la muerte? ¿Te parece importante ese trabajo?

— Roseli y Roger hablan de la muerte de un familiar, ¿qué les ha ayudado a sobrellevar el dolor de la separación física de esa persona?

— ¿Por qué don César da gran importancia al sepelio de los difuntos?

— ¿Por qué consideras que es importante dar sepultura a los muertos y rezar por ellos?

— ¿Cómo explicarías a un amigo lo que es la comunión de los santos?

Propuestas de acción

— Tener presentes en tus oraciones a las personas enfermas, a los moribundos, a los difuntos y a sus familiares y amigos.

— Brindar, cuando sea el caso, consuelo y compañía a quien sufre por la muerte de un ser querido.

— Facilitar, con tu orientación y colaboración —si es precisa—, que quienes se acercan a la muerte reciban la unción de los enfermos.

— Ayudar, si es posible, a quien se encuentra con dificultades para conseguir un lugar para sepultar a un difunto.

— Visitar periódicamente las sepulturas, especialmente de familiares y amigos, y ofrecer sufragios por los difuntos.

Meditar con la Sagrada Escritura

— Orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos (Efesios 6,18).

— Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre (Juan 11, 25-26).

— Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto (1 Tesalonicenses 4, 13-14).

— Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos (Romanos 14, 8-9).

— Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad (Daniel 12, 2-3).

— Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados (1 Corintios 15, 20-22).

Meditar con el Papa Francisco

— La Iglesia invita a la oración continua por los propios seres queridos afectados por el mal. La oración por los enfermos no debe faltar nunca. Es más, debemos rezar aún más, tanto personalmente como en comunidad (Audiencia, 10 de junio de 2015).

— La tradición de la Iglesia siempre ha exhortado a rezar por los difuntos, en particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística: es la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, especialmente a las más abandonadas (Ángelus, 2 de noviembre de 2014).

— El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios (Ángelus, 2 de noviembre de 2014).

Meditar con san Josemaría

— Habla Jesús: “Así os digo yo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito? (Camino, n. 96).

— ¿Os acordáis de lo que dice el Señor?: “Ya no os llamo siervos, sino amigos”. Nos enseña a tener confianza con los amigos de Dios, que moran ya en el Cielo, y con las criaturas que con nosotros conviven, también con las que parecen apartadas del Señor, para atraerlas al buen sendero (Amigos de Dios, n. 315).

— Morir es una cosa buena. ¿Cómo puede ser que haya quien tenga fe y, a la vez, miedo a la muerte?... Pero mientras el Señor te quiera mantener en la tierra, morir, para ti, es una cobardía. Vivir, vivir y padecer y trabajar por Amor: esto es lo tuyo (Forja, n. 1037).

— Te quedaste muy serio al escucharme: acepto la muerte cuando Él quiera, como Él quiera y donde Él quiera; y a la vez pienso que es “una comodidad” morir pronto, porque hemos de desear trabajar muchos años para Él y, por Él, en servicio de los demás (Forja, n. 1039).

— No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con Él, hasta que podamos decir con el Apóstol: “No soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí” (Via Crucis, 14ª estación).

Textos y enlaces para seguir reflexionando

"Para los que confían en Dios, la esperanza no se pierde”, entrevista a Steve, que trabaja en Liberia para hacer frente al ébola

“No hemos sido creados para morir”, entrevista a Joan, que trabaja en la funeraria desde muy joven

“Dar sepultura a los difuntos”, reflexión en audio del prelado del Opus Dei sobre esta obra de misericordia

Algunos artículos sobre cuidados paliativos

Experiencias de misericordia

Sección “Jubileo de la misericordia”

R. Vera

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