Nos devolvió a nuestra hija

Confiamos a nuestra hija a la intercesión de Montse Grases.

Foto: Yaoqi Lai | Unsplash

Mi familia le debe mucho a Montse Grases. Somos un matrimonio con tres hijas maravillosas, pero la segunda, que tiene 18 años, y es una niña de muy buen fondo, hizo un nuevo grupo de amigos en vacaciones de verano, entre los cuales estaba un chico del que se enamoró perdidamente…

Se trataba de un chaval con muchos problemas: consumo y tráfico de drogas, agresiones, maltrato de género con orden de alejamiento... No tendrá más de 20 años, pero tiene un «buen currículum». Por esa mala influencia, el carácter de nuestra hija empezó a cambiar. Ya no era la misma, así lo veíamos nosotros y nuestros amigos.

Por esa mala influencia, el carácter de nuestra hija empezó a cambiar.

El 1 de enero del año pasado nos engañó diciéndonos que iba a una fiesta y no regresó a casa. Nos volvimos locos buscándola, llamándola por teléfono. La imaginábamos tirada en cualquier cuneta. Cuando logramos localizarla en su móvil nos contestó que no pensaba volver, que estaba en casa de su amigo: «No os soporto», dijo literalmente. No puede haber dolor más grande. Se nos vino el mundo encima. Habíamos estado cenando juntos en Nochevieja y nada hacía presagiar algo así.

Al día siguiente nos acercamos a la casa. El chico vivía con su madre, que es una mujer muy buena, que estaba pasando también un calvario con su hijo. Nuestra hija estaba allí pero no consentía en hablar. Recuerdo que le dije a mi mujer: «Hemos perdido a una hija». En los días sucesivos seguimos intentándolo. Al final la convencimos. El encuentro fue muy duro; era otra persona pero logramos imponernos y accedió a volver a casa. No cedimos y establecimos unas normas de conducta inamovibles.

Pasaron los meses y a pesar de los muchos consejos y ejemplo que le dimos todos, ella no atendía a razones. El ambiente en casa era insufrible. Nuestras otras dos hijas, la mayor casada y la segunda que aún viven con nosotros, lo pasaron fatal. Mi hija seguía saliendo con este chico. Dejaba nuestra casa por la mañana y no volvía hasta la noche. Muchas veces llegaba llorando porque se había peleado con él. Engordó, dejó de cuidarse, abandonó los estudios, incluso tiró los libros a un contenedor.

El ambiente en casa era insufrible.

Yo tenía pendiente hacer un curso de retiro cerca de mi ciudad y pensaba anularlo por la situación tan tensa que teníamos en casa, pero mi mujer insistió en que fuera, y así lo hice.

El primer día, antes de empezar la Santa Misa, cogí del armario un Evangelio y, al abrirlo, cayó al suelo una estampa de Montse Grases. Lo primero que me vino a la cabeza fue mi hija y le dije: «¡Montse, ayúdala! Ya que ella no puede o no quiere, que sea su novio el que la deje a ella». Yo estaba seguro de que mi hija estaba loca por ese chico pero que él no la quería, por cómo la trataba.

Dos horas después llamé a mi mujer (…) para decirle que había empezado a encomendarle a nuestra hija a Montse Grases. Y entonces mi mujer me cortó: «No te lo vas a creer. Ha llamado el chico a nuestra hija para decirle que no quería seguir la relación». Me dio un vuelco el corazón. De la alegría y la impresión, cogí un libro de Montse y me lo leí de golpe.

En estos meses, mi hija ha recapacitado. Ha pedido perdón innumerables veces por habernos hecho sufrir, sobre todo a su madre; es consciente de la locura que ha vivido. Ha vuelto a estudiar, incluso ha terminado el curso con buenas notas, y ha empezado a trabajar para ganarse un dinero. Vuelve a ser la misma chica feliz. No tengo la más mínima duda de que fue la intercesión de Montse Grases lo que nos ayudó a recuperar a nuestra hija. Estoy seguro de que algún día estará en los altares. Gracias, Señor. Gracias, Montse.

F. S. H., España, 2 de junio 2015