Queridos hermanos y hermanas:
El domingo pasado volví del viaje a Portugal, donde participé, junto a miles de jóvenes de distintos países, en la Jornada Mundial de la Juventud. Les agradezco a todos, tanto a las autoridades civiles y religiosas de ese país, como a los numerosos colaboradores y voluntarios. No quiero olvidar a los jóvenes peregrinos que llegaron a Lisboa de todas partes del mundo, así como a las familias y comunidades que los han alentado y acogido, y a tantas personas que nos han acompañado con sus oraciones. Juntos han hecho posible esta gran fiesta de la fe. ¡Gracias!
La Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo en la Iglesia, un encuentro que toca el corazón, y donde muchos descubren la llamada de Dios: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. En esta ocasión nos guio especialmente la figura de la Virgen María.
Ella nos transmite la alegría de saber que Dios nos llama por nuestro nombre, a todos, que nos convoca para formar parte de su Pueblo y nos envía para salir “sin demora” a anunciar que Él es nuestro Padre y ama a todos sus hijos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de Fátima, que bendiga y fortalezca a todos los que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, para que lleven la alegría del Evangelio hasta los confines de la tierra. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
PA