Para dar fruto “Faltaba lo principal”

En el Centro donde asisto como supernumeraria del Opus Dei, es común que en las charlas de formación, se nos anime a entusiasmarnos por expandir la fe y el espíritu cristiano.

Por: Luz Yamile Niño de Ortiz

Una de las metas que se propone todo cristiano es ayudar a llevar el mensaje del evangelio a todos los ambientes; por obvias razones el lugar más inmediato es el trabajo, donde solemos pasar por lo menos la mitad del tiempo cada día. En el Centro donde asisto como supernumeraria del Opus Dei, es común que en las charlas de formación, se nos anime a entusiasmarnos por expandir la fe y el espíritu cristiano entre los compañeros de trabajo; aunque en mi caso me pareció complicadísimo porque, al desempeñarme en una institución de carácter oficial, no confesional, con compañeros de una posición muy “critica” frente a su fe y a la iglesia, no veía que ese consejo aplicara a mis circunstancias.

Soy Psicopedagoga con especialización en familia; durante 30 años me desempeñé como Psicorientadora y Trabajadora Social en dos colegios oficiales de Bogotá, que ofrecen educación especialmente a la población con menos recursos y cuyos hogares se ubican generalmente en las periferias de la ciudad. En estas instituciones educativas se tiene una población estudiantil de un rango de edad entre los 5 y los 16 años. La comunidad educativa está compuesta además por los docentes, padres de familia y personal de servicios generales, por lo cual es una población muy grande y variada.

El primer colegio en donde estuve durante 16 años fue el Rafael Uribe, ubicado en el sur de la ciudad, mi experiencia allí será el relato de esta primera nota. Acoge, además de la población estudiantil del sector, a estudiantes de sectores más alejados de Ciudad Bolívar en donde hay un conglomerado de barrios informales que carecen de algunos servicios básicos. Una característica de estas poblaciones es que no cuentan con recursos económicos y de formación.

En esa época, las familias estaban conformadas por personas venidas desde muchos rincones del país, desplazados por la violencia, a menudo, conformadas solo por madres que ya habían perdido a sus esposos por diferentes causas como la violencia o el abandono. Estas circunstancias llevan a que se presenten deficiencias y problemas de todo tipo en los hogares.

Ante este panorama, mi primera inquietud fue ayudar en la necesidad básica de la alimentación ya que para ese entonces (1992), no existía en ningún colegio ayuda alimenticia para los estudiantes más allá de una colada llamada “bienestarina” que enviaba el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y que se preparaba en los colegios en fogones alimentados por un combustible llamado “cocinol”.

Muchos de los estudiantes asistían a sus clases con un paupérrimo desayuno y esto los llevaba a presentar malestares como desmayos y otros. Preocupada, hice entonces una alianza con el grupo de la asociación de padres de familia y se montó un restaurante escolar, en donde ofrecimos un almuerzo nutritivo. Se implementó el “Plan padrinos” entre los mismos docentes y amigos que aportaban una módica cuota económica por cada estudiante, porque muchos no podían hacerlo. Más adelante el mismo ICBF nos apoyó con comestibles no perecederos que enviaban periódicamente y así, este restaurante se convirtió en modelo para los buenos programas que luego fueron establecidos oficialmente en toda la ciudad y el país. Buscamos ayuda para solucionar muchas de las deficiencias materiales de otros tipos, a fin de que los estudiantes tuviesen una salud integral: salud oftalmológica, salud auditiva o salud socio afectiva, por ejemplo, que les favorece en su desarrollo y en el aprendizaje.

Pero aún “faltaba lo principal”: la ayuda en la fe. La gran mayoría de las familias son católicas, pero con poca o ninguna práctica. Aun así, con su fe incipiente, siempre respondieron bien para que sus hijos fueran bautizados y recibieran los sacramentos.

Con el apoyo de los sacerdotes y catequistas de la parroquia de San Sebastián del barrio el Tunal, iniciamos las catequesis para la preparación de los niños que deseaban recibir su primera Comunión. Desde entonces, cada año y hasta la fecha, a la par con la Primera Eucaristía se bautizan muchos niños.

Los padres aprovechaban para bautizar también en el mismo día a los hermanitos menores de los estudiantes, evitando aplazar tan importante sacramento. Una de las razones que justifica este retraso es que para los padres de familia es muy importante celebrar con festejo esas fechas y la carencia de fondos, lo impide.

Con la generosidad de los docentes y otras personas, se organizaron actividades para recaudar dinero y hacer una linda celebración, dándoles a los niños un recordatorio de tan importante fecha y ofreciéndoles un desayuno. Siempre había fiesta.

En la catequesis de preparación se involucraron los padres de familia, no solo en el apoyo de las tareas y acompañamiento a sus hijos, sino con catequesis para ellos, por lo menos con la doctrina básica y lo relacionado con los sacramentos. Muchos de ellos se motivaban y se preparaban también confesándose para acompañar a sus hijos el día de la primera comunión.

A Jesús por María

Me seguía inquietando el no tener una imagen religiosa en el colegio, especialmente de la Virgen, pues el amor de Madre conmueve y es más sencillo para muchos entender que tenemos una en el cielo que nos ama y ayuda.

El colegio estaba construido en un terreno muy árido y polvoriento, con los edificios de aulas, pero sin un espacio verde, por lo cual el profesor de arte, muy sensible con la naturaleza, se propuso hacer un “Oasis”. Consiguió los recursos y lo construyó con el apoyo y trabajo de los estudiantes y quedó muy bonito. Encontramos entonces la oportunidad para plantearle que en medio de tan bonito jardín pusiéramos una gruta para la Virgen.

Teníamos ya una imagen de la Virgen, y en el mes de mayo, se organizó el rezo diario del Santo Rosario. Dada la cantidad de estudiantes (más de 1,600), cada día correspondía a un nivel de primaria y un nivel de bachillerato, de manera que los estudiantes más grandes estuvieran con los pequeños.

De esta manera, se institucionalizó la celebración del día de la Virgen cada 13 de mayo, siempre con la Santa Misa con la participación de todos: estudiantes, padres, trabajadores, e incluso los docentes, bajo la dirección de la profesora Yaneth Rodríguez, preparaban los cantos y los niños de primaria se vestían de angelitos.

El entusiasmo y fervor fue en aumento y no teníamos barreras para las iniciativas apostólicas, entre ellas la celebración frecuente de Eucaristías por las diferentes intenciones de la comunidad, especialmente de profesores, al punto que toda reunión y celebración siempre estaba presidida por la Santa Misa, que los diferentes comités de organización de estos eventos ponían en primer lugar.

También surgió la iniciativa de la participación de los estudiantes en la Misa de cada primer viernes, celebrada en la parroquia, con el acompañamiento de los profesores.

Después de 16 años, me despedí con tristeza de esta Institución. La experiencia vivida con estas comunidades fue muy linda y enriquecedora, dejó huella en mi vida profesional y personal y una vez más, me convencí de que cuando nos ponemos en las manos de Dios, encontramos el lugar que nos corresponde para dar el fruto que Él espera.

Luz Yamile Niño de Ortiz