¿Por qué me hice sacerdote?

El Padre Luis de Moya, sacerdote tetrapléjico, es capellán en la Universidad de Navarra, España, y director de la página web Fluvium. En esta entrevista habla de su vocación sacerdotal.

En abril de 1991, el Padre Luis de Moya sufrió un accidente de tráfico, a consecuencia del cual quedó tetrapléjico.

¿Cómo nace la inquietud de ser sacerdote en usted?

Para mí el sacerdocio fue tan sólo un paso más en mi camino hacia Dios. Ciertamente un paso, o si se quiere un cambio de ritmo, importante pero únicamente un modo nuevo de responder a mi vocación de hijo de Dios, de persona inmensamente amada por nuestro Creador y Padre, que me esperaba en la Vida Eterna desde el comienzo.

En abril de 1991, el Padre Luis de Moya sufrió un accidente de tráfico, a consecuencia del cual quedó tetrapléjico.

Al inicio de mis estudios de medicina, en Madrid, pedí la admisión en el Opus Dei. Desde entonces mi vida cristiana fue más responsable. Asumí el compromiso, permanentemente actualizado, de tomarme a Dios en serio, siguiendo el espíritu de santificación en medio de los quehaceres corrientes de este mundo, que había inspirado Dios a san José María Escrivá. En realidad, aquella entrega completa a Dios que suponía mi incorporación al Opus Dei, incluía ya, de algún modo, mi disposición al sacerdocio, si así se me pedía, aunque no tuviera por entonces, desde luego, en la mente semejante idea. Mi ilusión por entonces era ser un buen médico.

Con el paso del tiempo, una vez finalizados mis estudios de medicina, y habiendo concluido asimismo los estudios necesarios que la Santa Sede exige para ser sacerdote, el prelado del Opus Dei, entonces Mons. Álvaro del Portillo, me llamó al sacerdocio. Mi respuesta afirmativa se concretó en la ordenación sacerdotal que tuvo lugar en el mes de agosto de 1981.

Habiendo deseado de antemano dedicar mi vida a Dios, para colaborar en la tarea de que los hombres, nuestros compañeros de camino, logren la santidad y felicidad a la que Dios llama a todos, el sacerdocio se presentaba ante mí como un medio, como un instrumento ideal.

¿Cómo describiría si vida sacerdotal?

En la Universidad de Navarra, España, los jóvenes se reúnen alrededor de una escultura de San Josemaría Escrivá.

En realidad la vida de sacerdote consiste en la Santa Misa. Todo en él debe ser la Misa: una ofrenda a la Trinidad Beatísima, que es el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario, por la salvación de todos los hombres. Así, cualquier tarea sacerdotal -todo en el sacerdote debe serlo- tiene esa intención: la salvación de los hombres.

Pero esa salvación, esa Santa Misa, no es posible sin una rendida fidelidad al Santo Padre, que es Cristo en la tierra. El amor al Papa y a su doctrina es necesario que empape la vida del sacerdote, es el criterio y garantía de su valor sacerdotal. Procuro, por consiguiente, mirarme de continuo a través de su vida y sus palabras, cuando me pregunto qué hacer para impulsar más a los hombres hacia Dios. Pudiendo celebrar la Santa Misa cada día y manteniendo una permanente relación con muchas personas, no es un obstáculo en mi caso la discapacidad que padezco habiendo quedado tetrapléjico por un accidente. De hecho, la falta de movilidad física se puede compensar hoy, aunque sea en cierta medida, con los medios informáticos.

¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que ha enfrentado como sacerdote?

Me parece que el reto permanente y más complicado del sacerdote es el pobre hombre que sustenta el más grande de los honores que se puede recibir en este mundo. Las circunstancias en las que debe desenvolverse, los obstáculos con los que se debe enfrentar, las exigencias y contrariedades que pueda encontrar en su camino nunca son el problema. Todo eso tratará de superarlo con la Gracia de Dios que no le va a faltar. Intentará hacerlo lo mejor posible, con la ayuda divina, y obtendrá así el fruto que Dios le conceda. El único problema será él mismo, sus pecados, su falta de humildad, su falta de obediencia, su pereza, su falta de amor.

¿Qué experiencias como sacerdote le han dejado más impactado?

Posiblemente haya sido reconocer la bondad heroica, el amor hasta el extremo en personas sin una especial apariencia atractiva. Es en verdad impactante conocer que el éxito, la fama o el triunfo que despiertan la admiración del mundo tienen con frecuencia muy poco que ver con la santidad en que consiste el verdadero valor de una persona. Se trata, por otra parte, de un fenómeno muy conocido: que los famosos y triunfadores son, no pocas veces, personas muy poco ejemplares en el conjunto de su vida. Pero tal vez sea más impactante todavía el hecho en sí, la realidad de que se trata de un fenómeno socialmente admitido, como si no tuviera apenas importancia que los famosos y triunfadores sean falsos, infieles, inmorales, ladrones, injustos; como si el éxito fuera capaz de borrar cualquier depravación personal. Como si, en fin, no tuviera importancia vivir de espaldas a Dios con el aplauso humano.

¿Cuál considera que es la tarea más difícil para un sacerdote?

Aunque sea de algún modo insistir en algo ya mencionado, me parece que lo más difícil es el conocimiento propio y la mejora personal. "Primero tú", solía insistir san Josemaría. La principal tarea para un sacerdote es, desde luego, su propia santidad: su oración personal, su sacrificio personal, su amor a Dios. Sin duda algo bastante más difícil que lo que puede hacer para arreglar el mundo de fuera, por mucho que sea lo arreglable. Además, no todo lo que hay por hacer en el mundo corre de su cuenta; lo que sí corre de su cuenta es él mismo.

En 1996 publicó Sobre la marcha, libro testimonial que se ha publicado en varias ediciones, en español y otros idiomas.

¿Cuál es su concepción sobre la vida y la muerte?

La muerte viene ser como el final del capítulo terreno o temporal. El final de las oportunidades. Porque la vida es éso: el tiempo o la oportunidad que se nos ha concedido para llegar a Dios, que nos espera para siempre. Por consiguiente, no hay tiempo que perder pues podemos convertir cada momento en una ocasión de amar a Dios, que Dios no olvida.

¿Qué piensa de la eutanasia y el aborto?

Son asesinatos, ni más ni menos. Se han escrito libros sobre ambos temas, pero resumiendo son eso. Incluyen, además, la negación de un Dios, Padre bueno, que no puede mantener a sus hijos en situaciones insufribles. Suponen la pretensión de ir de dioses por la vida, señores de la muerte, en este caso.

Fuente: El Observador de la Actualidad, Año 14, No. 683, Querétaro, Qro., 10/VIII/08

María Velázquez Dorantes // El Observador de la Actualidad