Evangelio del viernes: un corazón libre para amar

Comentario del viernes de la 10.ª semana de tiempo ordinario. “Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno”. Pidamos a Jesús la gracia para tener siempre un corazón preparado para amar a Dios y al prójimo, libre de las ataduras del pecado.

Evangelio (Mt 5, 27-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos “Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno. 

Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer —excepto en el caso de fornicación— la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio”.


Comentario

El Evangelio forma parte del Sermón de la Montaña, el primero de los grandes discursos en los que San Mateo reúne las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Jesús detalla las actitudes que debemos guardar respecto a la Ley, a Dios, al prójimo y en la oración. Comienza el discurso detallando las bienaventuranzas que dibujan el rostro de Jesucristo y muestran su caridad. Jesús, nos enseña aquí la plenitud de la Ley, nos invita a dar un paso más, a vivir la vida cristiana no como unos mandamientos a cumplir sino como unas actitudes a alcanzar. Bienaventurado quiere decir dichoso. Las bienaventuranzas son nuestro camino para la felicidad.

Es en este contexto en que debemos entender el Evangelio de hoy. Jesús va descendiendo a detalles concretos para alcanzar la plenitud de la Ley.

Con motivo del precepto sobre el adulterio (cfr. Ex 20,14; Dt 5,18), Jesús llama a un excelso respeto hacia los demás que subyace en la Ley. Si el adulterio consiste en adueñarse por satisfacción personal de una persona casada, esto no debe hacerse ni siquiera en el fuero interno, donde se comete el mismo pecado, aunque no se realice externamente: “ha cometido adulterio en su corazón” (v. 28). Una enseñanza que es una llamada a entregar la plenitud del corazón. Para ser bienaventurados, para alcanzar una mayor felicidad, nos conviene tener un corazón casto, un corazón enamorado donde no haya espacio para el egoísmo, para los pensamientos impuros del corazón humano.

También Jesús habla de la antigua costumbre del repudio. La legislación mosaica introdujo la obligación del libelo: es decir, un acta firmada por el marido que permitía a la mujer ser recibida por otro hombre. Sin embargo, para subrayar la grandeza y dignidad del vínculo matrimonial con una mujer, Jesús hace inválidos todos los repudios, ya que siguen exponiendo al adulterio a la mujer y a quien la recibiera.

El Maestro nos invita a mirar siempre nuestra propia interioridad. El pecado no es una acción meramente exterior, sino una acción interior. Nos hace daño a nosotros mismos porque nos aleja de Dios y del prójimo. Por eso, ser capaz de vencer la tentación interior nos predispone a ser hombres más libres porque en nuestro fuero interno tenemos espacio para Dios y para los demás, somos más capaces de amar.

Jesús nos invita a mirar siempre la raíz interior de nuestros pecados. Pidamos su gracia para tener siempre un corazón preparado para amar a Dios y al prójimo, libre de las ataduras del pecado.

Photo: Pexels Andrea Piacquadio