Una huerta casera en “El faro” de La Ceja

Son más de dos décadas de labor. El Club El Faro tiene actividades permanentes para niñas, jóvenes, madres y hasta abuelas.

Después de 20 años de permanente labor, el Club El Faro continúa alumbrando con trabajo y alegría a decenas de jóvenes del oriente antioqueño.

Nació como una labor social de las personas que viven en el centro cultural El Alto, que atienden la casa de retiros Guaycoral, en La Ceja - Antioquia, a unos 35 minutos de Medellín, para impartir formación técnica, agrícola y espiritual a mujeres de ese municipio. Al poco tiempo, se interesaron también jóvenes de Rionegro, San Antonio, La Unión, Marinilla, Abejorral y El Retiro. Es decir, que el llamado fue aceptado por el gran oriente antioqueño.

Son más de dos décadas de labor: hoy llegan niñas que son las hijas de antiguas alumnas del club. A veces vienen con sus madres, quienes recuerdan a las antiguas profesoras, las charlas, las convivencias, las clases de cocina, de valores humanos o de conocimiento del Opus Dei.

Muchas de las niñas han crecido en el club y ahora ya son universitarias y algunas profesionales. La primera de estas fotos es de 2015

El Club El Faro tiene actividades permanentes para niñas, jóvenes, madres y hasta abuelas.

Los sábados, a las dos de la tarde, por ejemplo, aparecen las madres con sus hijas y de inmediato saben hacia dónde tomar camino. Unas van a las clases de arte, pintura, danzas o manualidades. Las más grandecitas van a los cursos de gastronomía y otras, a la clase sobre virtudes cristianas.

Las mamás, así mismo, participan en diversas actividades. La tarde pasa entre charlas y recuerdos del pasado.

En pandemia hicimos algunas actividades virtuales

Cuando llega una persona por primera vez, no es extraño que alguna de las participantes se ofrezca para mostrar la casa, comentar qué tipo de actividades se desarrollan en el Club y, sobre todo, pasar unos minutos por el oratorio.

El Club el Faro tiene varios niveles: las niñas de siete a nueve años se dedican a aprender manualidades. Aquellas entre los diez y doce años, se dedican a la cocina, y las que están entre los trece y diecisiete, en "Faroteen", donde reciben orientaciones sobre el valor y dignidad de la mujer, el noviazgo, el matrimonio, la vida profesional, el trabajo, y también sobre responsabilidad social y emprendimiento.

Durante el año también se adelantan labores sociales en La Ceja o cerca de allí. A veces, siguiendo las enseñanzas de San Josemaría, Fundador del Opus Dei, acuden a un hogar geriátrico donde acompañan y conversan con los adultos mayores, les llevan algún regalo, les dan alguna charla o, simplemente, pasan un rato escuchando sus historias. En otras oportunidades, llevan unos mercados a una zona de escasos recursos de La Ceja y tienen presente también la visita a la escuela San Juan de Dios de Aranzazu. San Josemaría solía denominar este medio de formación como las visitas a los pobres de la Virgen: “Estas visitas llenas de afecto, oyéndoles con cariño, llevándoles unas palabras amables -cristianas, fraternales- y alguna pequeña cosa de las que de ordinario no gozan, es una finura de caridad espiritual, que además hace mucho bien (a las chicas)” (cfr. Carta No. 7, 24-X-1942).

El trabajo de la administración es una gran escuela para todas las jóvenes que están en el Alto.

No es extraño que acudan universitarias o estudiantes próximas a graduarse y que algún día pasaron por el Club El Faro y entonces recuerdan su paso por esta casa, sus experiencias y lo útil que ha sido para sus vidas.

Luz Marina Nieto, una cooperadora del Opus Dei, orientó buena parte del club durante 10 años y entregó sus experiencias y su trabajo; por motivos personales no pudo seguir, pero sigue siendo un gran apoyo.

Un día apareció un señor y preguntó asombrado. “¿Qué han hecho con mi esposa que ha cambiado tanto? Yo también quiero aprender”. Entonces lo invitan a la sección de varones donde pueden recibir doctrina o participar en los diversos medios de formación del Opus Dei.

Una labor social que hicieron con las niñas del club a un ancianato. Cuidaron de los abuelos, fue una tarde de belleza y autocuidado

Una huerta “carísima”

Zorayda, a quien llaman con cariño “Zora”, comenzó a asistir a las reuniones de los llamados Jueves de Señoras. Le gustó y de inmediato invitó a varias de sus amigas. Un día planteó que ellas no podían ir entre semana y por las mañanas a las diversas charlas, cursos o actividades por motivos laborales o familiares, entonces surgió la idea de hacer las reuniones finalizada la tarde.

Un día, Zora, que es ingeniera agrónoma, observó la pequeña granja que tenía la casa. “Esto se puede mejorar”, dijo, y entonces llevó abonos y semillas. Hoy se autoabastecen con tomates, lechugas, berenjenas, pimentones. “¿Y por qué no ensayar sembrando orellanas?”, preguntó, y resultó que la tierra ha dado las más grandes orejonas y sabrosas setas que han servido para elaboración de recetas de alta cocina.

Una de las niñas aprendió a cultivar verduras y hortalizas; se propuso sembrar una lechuga que cuidó con esmero. Su propósito era que, al cosecharla, fuera el ingrediente principal en una ensalada gourmet que le quería preparar para el almuerzo de cumpleaños a su mamá. Así fue: aprendió la receta, cosechó los ingredientes y le dio a su mamá probablemente el mejor de los regalos que nunca olvidará, todo hecho con sus propias manos.

San Vicente, presente

Aunque uno de los problemas que tienen es el transporte -porque muchas de las participantes viven en otros municipios y siempre deben viajar con un familiar-, esto no les impide ser puntuales, ayudar, contribuir y aprender.

Algo interesante es observar cómo los padres de familia acuden para conocer, aprender y saber algo más sobre el Opus Dei. Muchos de ellos participan ahora en diversos medios de formación que imparte la Obra. Ellos comprenden el valor de la familia, de las enseñanzas para sus hijos y, sobre todo, el amor a Dios, a la Iglesia y al prójimo.

Uno de ellos perdió un ojo en un accidente. Al principio, sufrió depresión, pero le aconsejaron que se confesara y pensara en el amor filial de Dios. Reaccionó, se confesó, buscó los sacramentos, se preparó para hacer la Primera Comunión, la Confirmación y quiere ahora casarse por la Iglesia.

El Club El Faro guía

Las actividades del Club del Faro crecen a diario. Hace unos meses surgió El Club de Mamás con clases sobre el cuidado del hogar, doctrina católica, cocina, tertulias y retiros espirituales.

Ha causado tanto impacto, que un día llegó una señora de San Vicente, un municipio bastante retirado de Guaycoral; preguntó cómo eran las actividades y en la actualidad asiste todos los jueves puntualmente.

Además de las charlas, algo que han adoptado con seriedad y firmeza son las actividades sociales. Ellas propusieron la realización de “Pan y Café”: preparan en Guaycoral estos alimentos y los llevan a personas que habitan las calles de Rionegro o de La Ceja. Es una manera para demostrar su compromiso con la sociedad y de crecer en generosidad.

Surgen muchas inquietudes entre las asistentes, desde las más pequeñas que desean aprender alguna manualidad, hasta las de edad más avanzada, que quieren repasar algunas enseñanzas para el mejoramiento de su vida familiar.

A otras les llama la atención el tema del cariño y la educación de los hijos, unas más indagan sobre los valores humanos y de cómo se pueden santificar en el matrimonio.

San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, en su homilía “El matrimonio, vocación cristiana”, publicada en el libro “Es Cristo que pasa”, dijo: “Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar”.

El Faro de Guaycoral sigue alumbrando, orientando, con la luminaria del espíritu del Opus Dei, a decenas de mujeres que expresan su amor a Dios y llevan esa luz más allá de las estrellas.